Zurita: el artificio de la noche
Con relativamente poco tiempo el trabajo de Juan Zurita (Aguaviva-Teruel, 1975) ha ido tomando cada vez más solidez. Todo aquello que apuntaba en las primeras exposiciones va tomando cuerpo de manera firme, hasta el punto que es posible hablar de una evolución en su pintura.
Las imágenes se vuelven más emotivas, aunque conservan claramente la mirada analítica del entorno. En la manera de expresar los contenidos de la obra es donde Zurita desnuda sus sentimientos. Unos sentimientos que dan la mano a la técnica, esmerada, precisa.
AMBIENTES. Este nombre da título a la exposición y pone rápidamente al espectador en situación. Aquello que lo atrae es la serie de espacios conexos entre los diferentes individuos. El principal foco de atención de su obra son las atmósferas que se crean entre los espacios dibujados por los límites de los personajes. Éstos quedan casi como excusa para acotar los lugares que se dibujan en torno a su silueta.
ESPACIOS HABITADOS. Zurita se muestra fascinado por el ambiente urbano, donde se cita la multitud y el vacío del espacio es la excusa perfecta para percibir la luz. La contemplación de la nocturnidad es celebrada como una especie de victoria por encima del tiempo. Los espacios habitados por los seres que deambulan han sido construidos por los referentes históricos, culturales y sociales. Las vibraciones perceptibles de estas presencias invisibles es lo que impregna el carácter de su obra. El personaje que se pasea entre la multitud de luces artificiales es como la sombra que hace evidente el origen y la presencia de la luz. A partir de él se manifiesta el entorno y a partir de la mirada ocurrirá la poética.
UNA LUZ IRREAL. Quiere ser como una luz de la noche, de hecho en los cuadros cada vez hay menos oscuridad. Pero no deja de ser una luz del artificio, como la pintura misma. La particularidad, el reflejo de la transparencia es la huella del artista. Está en la alteración de la realidad donde la obra basa su artisticidad. La realidad que altera Zurita no es tan sólo la visible, también la factible. Reta la percepción y juega con la congelación de un instante cargado de memoria. Un instante congelado en el qué el tiempo corre cómplice de la inquietud de la luz huidiza de las líneas.
La obra pierde la calidad de fragmento y se muestra como la interpretación de un todo, como un juego de espacios y de dimensiones.
COMPENDIO DE MIRADAS. Zurita provoca el placer por la mirada en todo aquello que rodea y define el ambiente en la ciudad. La mirada capaz de liberarse de la anécdota aunque ésta se quiera presentar en primer plano. La fuerza de luz estalla en el color hasta al punto de provocar una sensación de artificio que, gracias al referente, recupera su origen humano.
Los aproximadamente quince cuadros que componen la exposición invitan a pasear y vivir sensaciones afines a la modernidad, ya que sus paisajes pueden ser leídos como una manifestación de paisaje contemporáneo. La identidad urbana puede encontrar una definición poética en la mirada que Zurita propone en sus cuadros.